"Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Solamente los que aman están dispuestos a odiar".
-Anónimo
Alguien una vez dijo, que el crimen más importante y horrible de Dios, fue haber creado a la humanidad. Pero el ser humano tiene la mala costumbre de justificar sus actos atribuyéndoles todos los horrores del mundo a una entidad divina, la cual muy probablemente no le importamos en lo absoluto. El verdadero crimen de Dios fue haberse creado a sí mismo. Todo era mejor cuando nada existía. Y hay quienes buscan con desesperación regresar a ese estado de inexistencia, para no volver a experimentar el dolor y el sufrimiento que trae consigo la vida. Pero desde el otro lado, hay quienes buscan defender ese derecho a la vida y la muerte, los que juzgan entre las sombras y protegen a los humanos, para apaciguar a las almas del destino que les aguarda, y las conlleva a vivir una vida eterna. En el nombre de Dios, se sabe que está disponible la vacante del Rey del Caos, que susurra al oído de los hombres, de las mujeres y de los dioses humanos, con el fin de experimentar un poder mayor del que poseen. Sin embargo, nada de esto debería importarnos en realidad. Porque alguien una vez dijo: “Dios existe, solo que es imaginario”.
En otra realidad, el desierto había sido arropado por el anochecer, lo cual provocaba que solo se alcanzara a ver una casa rodante en las lejanías gracias a la luz de la luna. Alguien abrió la puerta de la caravana para ver su interior, y descansar del horrible secuestro del que había sido víctima minutos antes. Era una venezolana de piel morena, cabello castaño y ojos avellana, cuyo rostro estaba cubierto de tierra al igual que su traje mezclado con negro y rojo, muy típico de un abogado con ropa ostentosa. Steffany Wolf Cordero no era precisamente una mujer que se quedara callada por mucho tiempo ante una situación, por lo que dijo el primer chiste turbio que se le vino a la mente mientras observaba a su alrededor.
―¿Qué diablos es esto? ¿Aquí es donde traen a los niños para decirles que fueron un accidente de sus padres?
―Sean quienes sean esos niños, ellos no tienen la culpa de que los idiotas de sus padres no usen protección― respondió alguien detrás de ella, siguiéndole la corriente mientras dejaba la pala que sostenía en uno de los rincones―. Además, la Máquina del Misterio sí que ha viajado mucho últimamente.
―Disculpa, ¿La qué del Misterio?― agregó un tercero que había cerrado la puerta.
―La Máquina del Misterio ¿Scooby Doo? Me sorprende que no captaras la referencia, te ves demasiado viejo.
―¡Ah, no importa! Solo la trajimos para negociar y pagarle por hacer su trabajo, eso es todo.
Edgar Jim y Silvia Jobs, antes de ser mundialmente conocidos por lo que son ahora, eran detectives profesionales que fueron transferidos a la ciudad de Curtisland para resolver casos de una naturaleza particular. En esta ocasión necesitaban a Steffany por asuntos legales que no les permitieron seguir tratando con un caso específico. Ambos tenían un aspecto descuidado, puesto que Silvia parecía no haber dormido bien en mucho tiempo y el único adorno para su cabello era una cola de caballo, mientras que Edgar tenía el cabello opaco, y un bigote y barba frondosa.
―¿Eso es todo? Caballeros, o mejor dicho, hombre y mujer que apenas conozco, creo que merezco algo más por el trato injusto que me dieron allá afuera. Si me pagan bien, mantendremos la privacidad de abogado a cliente.
―Sin detalles― contestó Edgar.
―De todas formas, ¿Qué hacen aquí?― preguntaba ignorando el comentario de Edgar y dándose la vuelta―. No parece que tengan algo de valor en este basurero ¡Oh, esperen! ¿Qué es eso?
―Es un tubo cilíndrico de ensayo― replicó Silvia―. ¿No te dieron clases de química?
―Nunca me importaron mucho las matemáticas, salvo cuando las usaba para mi propio beneficio ¡Ajá, pero miren este juego de laboratorio, deben sentirse como Dexter aquí!
―Lo usamos para experimentar, no para jugar a ser Dios.
―¡Dije que sin detalles!― exclamó Edgar.
―¡Está en una caravana para fabricar pociones! ¡Lo va a deducir de todos modos!
―Solo sabrá lo que necesite saber― argumenta mientras veía a Steffany jugando con sus cosas.
―¿Ah, sí? No quería mostrarle mi cara ¿Tenía que saber eso también?
―Fue solo un contratiempo.
―Por cierto, ¿para qué tienen armas corto-punzantes aquí? ¿Les gusta jugar a Espada y Brujería?
―Eso es de utilería, nos sirve para entrenar con el fin de estar listos para un combate, ¿verdad?― preguntó mirando a Edgar con una ceja alzada.
―Entonces sí son de esos, ¿eh?― agregó de forma pícara.
―Esa gigantesca bola de cristal que sostienes, dejará de serlo si la rompes, así que por favor, suéltala con cuidado.
―¡Está bien! Seré honesta con ustedes, todo esto parece mucho más que solo utilería barata. Y a menos que se dediquen a producir y cocinar metanfetamina, no deberían tener todo esto, ¿oh sí?―
―No somos traficantes, sino policías― respondió Edgar.
―Pero no tan normales como quisiéramos.
―¿En serio? Entonces, considerando las noticias sobre Vigilantes y Justicieros que han surgido últimamente, eso me lleva a suponer que tú eres el conejillo de indias― concluye señalando a Silvia, quien le dedicaba una mirada de confusión―. Y tú eres... Ah ¡Tú eres Strange Visitor!― agrega señalando a Edgar, quien se veía notablemente incómodo―. ¡Adoro tu trabajo, soy tu fan número 1! Eres como el Batman de nuestra época, solo que mucho mejor que él.
―En realidad, yo creo que sería más como un Red Hood, Batman no usa armas de fuego― comentó Silvia.
―¡Bueno, ya basta!― exclama mientras se acercaba a Steffany―. No más chistes referenciales. Y no más preguntas. Nosotros hacemos las preguntas. Tú tienes un trabajo, un solo trabajo ¡Y todavía no sé cómo lo vas a hacer!.
―Bueno, en cuanto ustedes me saquen de aquí y me lleven a la civilización, mañana a primera hora en mi oficina les daré toda una exposición sobre las opciones para tratar con su problema. Mientras tanto, pueden decirme con qué clase de oferta comenzaremos.
―Aceptaré tu propuesta de 200 mil Melvivares como parte de la negociación― respondió Edgar.
―¡Muy bien, entonces no hay nada más que discutir por ahora! Así que, ¡Pido adelante!― caminó hasta el espejo retrovisor de la caravana mientras que Silvia la seguía, pero Edgar detuvo a esta última.
―Yo conduzco― le susurró―. Quiero vigilarla de cerca.
―Como quieras, galán, pero no te quejes si se te agota la paciencia― replicó mientras que Edgar se alejaba de ella―. Idiota.
―¿Saben?, es extraño que planearan todo esto para traerme a un lugar que está en medio de la nada, pude haberme roto una uña cuando me tenían atada de manos y piernas y con una bolsa en la cabeza ¡Incluso pude haberme roto mi manguito rotatorio, lo cual no es gracioso! Pero afortunadamente tengo a un grandioso quiropráctico, le vendría bien a cualquiera de ustedes dos ¡Se ven terribles!― mientras Steffany balbuceaba, Edgar trató de encender la caravana sin tener éxito en el proceso.
―¡Primero dejas reposar el motor y después giras la llave!― exclamó Silvia con fastidio.
―¡Ya lo sé, ya lo sé!
―Pues parece que no. Esto no habría pasado si me hubieras dejado conducir.
―¡Nada habría cambiado, excepto que hubieras entrado en pánico para empeorar las cosas!― exclamó mientras veía Silvia directamente.
―Ah ¡Tonterías, Edgar, tonterías!
―Es divertido verlos discutir como una pareja de casados, en serio. Pero necesito salir de aquí lo antes posible, no puedo hacer magia si no estoy en mi oficina. Además ¡Detesto los espacios cerrados!
―Lo sabemos, pero, solo hay que dejar descansar el motor por al menos un minuto― explicó, y luego apagó las luces de la casa móvil. Los tres se quedaron callados por unos cuantos segundos, hasta que Silvia quiso preguntar algo por simple curiosidad.
―Entonces... ¿Quién es Jaller?
―¿Quién?― repitió Steffany girando la cabeza, y estando ligeramente nerviosa.
―Cuando te teníamos allá afuera mencionaste ese nombre. Pensaste que nos habían enviado a secuestrarte. Aunque nunca había escuchado sobre alguien llamado así ¿Se puede saber quién es?
―... Ah, ¡no es nadie!― proclama recuperando su buen humor. Al instante, Edgar empezó a toser de manera muy desfavorable, hasta que se detuvo en seco y tocó uno de sus brazos, como si se estuviera recordando la razón por la que estaba allí. Steffany lo observó y sentía una pizca de empatía por él, pero cuando Edgar se dio cuenta de esto, decidió mirar hacia otra parte―. ¿Podrías encenderlo ahora mismo? En verdad necesito salir de aquí.
―No problema― respondió sarcástico. Y al accionar el motor, la casa móvil finalmente encendió, lo cual hizo que le dedicara a Silvia una mirada triunfante.
―Bravo― expresa rodando los ojos.
―Espero que no nos corten la luz por esto. Debo darme un largo baño antes de ir a dormir― dijo Steffany.
―Ten paciencia― contestó Edgar.
La caravana aceleró y empezaron a salir del desierto. Edgar no lo demostró abiertamente, pero estaba preocupado de que mencionaran el nombre de Jaller. No había escuchado ese nombre en mucho tiempo. Pero si alguien con ese nombre de verdad existe en este nuevo mundo, las cosas podrían ponerse mucho más complicadas que de costumbre.
Representación de la apariencia de Steffany, usando como referencia al personaje de Courtney (Drama Total)